Desde Kaos en la red nos informan de la película «Bautismo de Sangre», dirigido por Helvécio Ratton, se basa en el libro homónimo del Fraile Betto, muestra las confesiones de los Padres dominicanos, obtenidas bajo torturas, que participaron de la lucha armada en el Brasil la década de 60.

Delatar es una palabra infame, en cualquier contexto. Traidor, cobarde, Judas son términos que acompañan por toda la vida a cualquier militante político que ha colaborado con la represión y ha traicionado a sus compañeros.

Con mucho coraje, el director Helvécio Ratton, en la película «Bautismo de Sangre», pone el dedo en la herida y muestra las torturas que sufrieron los frailes dominicanos que respaldaban la Acción Liberadora Nacional, liderado por Carlos Marighela. (Los frailes dominicanos comprometidos con la lucha armada, fueron la expresión de los cambios de rumbos de la Iglesia Católica en América Latina en la década de 60, cuyos miembros y obispos en número creciente, censuraban la complicidad de la alta jerarquía de la iglesia con las oligarquías y se solidarizaban a lado de los explotados). Con escenas superrealistas de los actos de tortura, comandados por el Comisario Fleury, en los calabozos de los cuarteles militares, las confesiones de los frailes aparecen como consecuencia de los sufrimientos insoportables para un ser humano que lo llevan al total aniquilamiento físico e psíquico. Invirtiendo la dinámica del libro (gracias a un guión muy bien elaborado) el protagonista de la película pasa del monje Betto para ser el monje Tito (excelentemente interpretado por el actor Caio Blat), que sufrió de manera más cruel las consecuencias de las torturas, llevándole inclusive a la locura y, finalmente al suicidio en un Seminario en Francia. Con personaje de carne y hueso, muy lejos de las figuras estereotipadas encontradas en muchas películas brasileñas que relatan las luchas de los revolucionarios en las décadas de 60 y 70 (como por ejemplo, la película «El mayor amor del mundo», dirigido por Cacá Diegues), con la demostración del profundo sentimiento cristiano que impulsaba a los frailes dominicanos para la lucha revolucionaria y la solidaridad con los compañeros en prisión, esa película puede tornarse un parámetro del cinema político en Brasil. El personaje representando a Carlos Marighela, a pesar de no estar bien representado como el de los frailes dominicanos, sin embargo, no compromete a la película. El aparece como un militante firme, que despierta la confianza de los jóvenes frailes. Marighela en la película, es un hombre solitario, un guerrillero perdido en las penumbras de la noche, un Che Guevara sin glamour. Para entender la película es necesario adentrarse al largo periodo de las dictaduras militares implantadas en América Latina en las décadas de 60 y 70, época en que proliferaban la guerrillas, con mayor o menor apoyo de la población, dependiendo del país e inspirado en las revoluciones cubana y de China, así como el ejemplo de Vietnam, y a cuyos participantes les costó baños de sangre. En algunos países, como Argentina y Guatemala, hubo una verdadera guerra de exterminio, con decenas de millares de muertos o desaparecidos. Mientras eso acontecía las empresas multinacionales tuvieron lucros estratosféricos. No fue en vano que los Estados Unidos, fueron determinantes en la implantación de las dictaduras y, posteriormente, en el entrenamiento de militares para la acción represiva.

Existe también, en la película, referencias de otros hechos políticos que comprometían a la izquierda, durante esa época, como el frustrado y mal organizado Congreso de la UNE (Unión Nacional de Estudiantes), en 1968 en Ibiúna (Sí£o Paulo), y la consecuente prisión de centenas de estudiantes, poco antes de la AI-5, que instaló el régimen de Terror de Estado en Brasil. La película también relata los secuestros del embajador norteamericano en Rio de janeiro y del Cónsul de Suiza, en Sí£o Paulo, por grupos guerrilleros que exigieron y consiguieron la libertad de los presos políticos en cambio de la libertad de los diplomáticos. Sobre el secuestro del Embajador Norteamericano, es importante resaltar el documental de Silvio Da- Rin, «Hércules 56», con declaraciones de antiguos militantes que participaron de las acciones y de los presos políticos que fueron liberado en canje con el embajador y luego se asilaron el Cuba.

Siguiendo la secuencia, la excelente película «Zuzu Angel», dirigido por Sérgio Rezende, Ratton no soslaya a sectores de la Iglesia Católica, pues, no da ninguna concesión a los militares y civiles que participaron de la represión, financiado por grandes grupos empresariales, nacionales y extranjeros, ni presenta supuesta crisis de conciencia de los torturadores (crisis manifestada por ejemplo en la película «Qué es eso, compañero?») de Bruno Barreto, basado en el libro homónimo de Fernando Gabeira); por el contrario, ellos son mostrados como fieles cumplidores de sus funciones, inflexibles de sus impunidades.

En estos tiempos sombríos en la que vivimos, las alucinaciones del monje Tito, en su exilio en Francia, con visiones macabras del Comisario Fleury persiguiéndolo por todos los lugares, no parecen tan irreales, pues pequeños, pero no menos tenebrosos fleurys continúan torturando sospechosos en los puestos policiales del país, encubiertos por las oligarquías políticas y económicas que nos gobiernan (y que son las mismas que dieron sustentación a la dictadura militar). En fin, todos nosotros experimentamos, con mayor o menor grado de lucidez, el horror que es vivir en esta fase de putrefacción del capitalismo.