Este documental, de Catherine Ulmerde, es el testimonio vivo del encuentro que reunió en España a 120 de los 35.000 brigadistas que lucharon contra las fuerzas fascistas de Franco, Hitler y Mussolini durante la guerra civil española. En el verano de 2003, estos 120 supervientes se reunieron durante una semana para celebrar el aniversario de la batalla del Ebro, la más sangrienta de la guerra civil.
Grabado con dos cámaras DVCAM PD150 más dos cámaras de apoyo, una super 8 y una miniDV, el documental «Compañeros» quiere llegar más allá del mero reflejo de una reunión de ex-combatientes. «Compañeros» es una manifestación contra la guerra, una lección de juventud y un aviso de vigilancia.
Son las dos de la madrugada, la fiesta está a tope, las cantantes de la orquesta ondean las faldas y las caderas, los niños se van durmiendo en los rincones… Tenemos el corazón mitad feliz, mitad desazonado: mañana ya todo el mundo se marcha.
El día ha sido largo, como los anteriores, pero eso no impide a Simon, con sus 94 años, llevarse las señoras a la pista de baile. Anteayer, nos decía con su acento polaco: «Estoy borracho de emoción». Es siempre sorprendente ver ojos de niño en medio de tantas arrugas. Durante estos díŒas pasados con los últimos supervivientes de la Brigadas Internacionales, nos hemos cargado de esperanza, de rabia y de emoción. No de tristeza, ni de nostalgia, ni de sentimentalismo: ellos son mucho más positivos que nosotros. Hasta tienen más fe en el futuro que nosotros, los «jóvenes».
El pueblo de Corbera d»Ebro representa un lugar simbólico de la guerra civil española. Desde la plaza de su «poble vell», totalmente destruido por los bombardeos, se pueden ver los escenarios de algunas de las más sangrientas batallas de la guerra civil. Los pinos esconden todavía restos de los combatientes, sepultos tras las espinas, la mirada vacía hacía el cielo. En el museo sobre la guerra civil del pueblo, los objetos cotidianos del frente (cascos, conservas, platos de aluminio) son expuestos como trofeos.
A unos kilómetros de ahí, las curvas del Ebro, río de la ofensiva definitiva de las tropas de la República contra el ejercito sublevado de Franco, pasean todavía sus terribles recuerdos.
En este verano de 2003, los brigadistas internacionales volvieron a encontrarse, quizás por última vez, entre esos paisajes que con el tiempo han hecho suyos. Suyos por los amigos que allí perdieron, por la acogida del pueblo español y por la lucha que representan. Podría simplemente tratarse del 65º aniversario de la batalla del Ebro, pero se parece más a otra «despedida», como cuando el gobierno de la República pidió marcharse a estas brigadas de voluntarios venidos del mundo entero para alcanzar un acuerdo imposible con el enemigo. Esta vez también han venido a despedirse.
Fueron, en efecto, unos 35 000 brigadistas, procedentes de más de 50 naciones diferentes, para combatir las fuerzas fascistas de Franco, Hitler y Mussolini. Luchando por la República española, contra el golpe de estado de los generales nacionales, combatían por la libertad de Europa. Muchos de ellos, cuando no murieron en los campos de concentración nazis o en la purgas estalinistas, sirvieron en la resistencia de la segunda guerra mundial. «Hemos perdido la guerra aquí pero la hemos ganado luego en el mundo», dice Pilar, brigadista española.
Hoy sólo sobreviven unos 120: franceses, polacos, rusos, americanos, ingleses, irlandeses, italianos, suizos, alemanes, holandeses… En Estados Unidos, están fichados por el FBI, en Francia recibieron los honores de la República después de haber sido prisioneros de los campos de Gurs y del Vernet. Y tuvieron que esperar 57 años para que les fuera concedida la nacionalidad española.
Hemingway escribió «¿Por quién doblan las campanas?» a su vuelta de España. También estuvieron Orwell, André Malraux o Arthur London… Algunas películas como «Tierra y libertad», de Ken Loach, evocan la lucha de esos hombres y mujeres. Pero la realidad sobrepasa a menudo la intensidad de la ficción. ¿Qué fue de todo estos anónimos? ¿Qué se llevaran con ellos? ¿Que es lo que les gustaría dejarnos?
Paisajes, ruinas, pequeños pueblos en fiesta, discursos oficiales, «comilonas» y música «pachanga»: parece que el decorado esté preparado. Sin embargo, lo que nos espera no tiene nada que ver con una reunión de ex-combatientes. Lo que nos espera es una manifestación contra la guerra, una lección de juventud, una llamada a la vigilancia. Estos últimos voluntarios internacionales tienen más que ofrecernos que relatos de batallas. Su lucha ha seguido tiempo después de la guerra de España.
Durante esta corta semana en Cataluña, han venido a «pasarnos la antorcha» como dice el «Internacional» George Sossenko, «que ya es un poco pesada para nosotros».
En efecto, no hemos ido a Terra Alta por hacer otro documental sobre la guerra civil, ni para recoger testimonios de batallas. No, este documental se contaría más bien como el «diario» de esta semana al lado de estos combatientes, «idealistas y aventureros», como el titulo de la biografíŒa de Georges Sossenko.
Un documental de encuentros
El ambiente festivo se mezcla con la emoción del recuerdo. La emoción también de pensar que quizás sea la última vez que se les vea. Sin tristeza ni nostalgia. Como cuando David Marshall, secando sus lágrimas después de pasar el Ebro, miró a la cámara y dijo: «Creo que usted es muy maja». «Hay que mantener el tipo», dice su compañera. Como Vicenzo, que confesaba: «Lo volvería a hacer, pero es que tomo demasiado pastillas».
Este documental, «Compañeros», se construye a través de estos encuentros. Las entrevistas se mezclan con los acontecimientos de esos días. ¿Qué es lo que representan los brigadistas? ¿Qué es lo que nos tienen que decir hoy, en tiempos de guerras, de imperialismo y globalización de mercado? ¿Cómo siguen hoy esta lucha a la luz de lo que han vivido? ¿Cómo ven a las generaciones presentes y futuras?
Con colores vivos, efectos de movimientos y de desenfoque, «Compañeros» oscila a veces entre la realidad y la estética de la ficción. Cada brigadista actúa, se cuenta como un personaje: George Sossenko, el «idealista aventurero» que se escapó de su casa a los 16 años para venir a luchar en España; Simon Radwanski, polaco emigrado en Bélgica; Simon el poeta, el idealista seductor; Bob Doyle, la «estrella», como le llama su nieta; Moe Fishman, judío americano y secretario de la Lincoln Brigade; Vicente Tonelli, el abuelo internacional; David Marshall, brigadista británico; o Pilar Pitarch, enfermera brigadista, entre otros muchos.
En «Compañeros», la música suplanta la voz en off, conectando las imágenes con el pasado. «¡Ay Carmela!», interpretada por un cantaor, y las canciones de la época «remezcladas» componen la banda sonora.
En definitiva, el documental intenta percibir cómo transcurrió esta semana de excepción, sintiendo el ambiente festivo que supuso. Se podríŒa titular «Mi pueblo a la hora internacional» o «Rebeldes sin pausa», pero «Compañeros» quiere reflejar ante todo los ideales de estas personas, no sólo los ideales políticos, también la lealtad hacia estos ideales, la lealtad hacia los amigos, hacia un país, hacia una causa.
Según la directora del documental, la cámara no quiere trasmitir una opinión, un juicio. Se trata de «recoger» lo dicho y lo ocurrido, ofreciendo a la vez una mirada, unas sensaciones, un momento «significante» que compartir.
Ficha técnica
Dirección y guión: Catherine Ulmer
Producción: Alokatu S.L
Co-autor y editor: Florent Mangeot
Música: Pedro Jimenez