Todas las ciudades son mentira. En realidad vivimos en una enorme pantalla en la que proyectamos nuestras sombras, a las que tan sólo nos parecemos. Cada uno de esos desconocidos que nos cruzamos en la calle, que esperan el semáforo o caminan junto a nosotros lleva un enigma escondido debajo de la lengua.
«Adiós con el corazón (ya no te quiero)» gira en torno a uno de esos secretos: qué hacen los españoles cuando el amor se quiebra. En la calle dicen que están acostumbrados pero en la boca llevan el sabor del fracaso. Lo que en fuera abordan con aparente normalidad en casa se convierte en un dolor que no saben afrontar.
A lo largo de 50 minutos, «Adiós con el corazón (ya no te quiero)» muestra una ciudad inventada, resumen de todas aquellas en las que vivimos, en la que, como todas las que conocemos, hay una plaza posible, un mercado probable, una estación cierta, un parque, una iglesia
Por la ciudad de esta historia se mueven sus protagonistas, tres de ellos son Juan, Juanjo, Genís, tres amigos que después de haber pasado por varios divorcios empiezan a entender en qué consiste eso de «decir adiós».
A lo largo de la jornada en la que han previsto acudir a una cena «sólo para hombres», llenan de reflexiones los rincones de su vida cotidiana. Para Genís, por ejemplo, el divorcio es una contradicción: «es la única situación en el que las desigualdades de género desaparecen, excepto una: la tutela de los hijos. Esa es la única vez que el hombre sale perjudicado, lo que podría ayudar a que el hombre se implicara»
Las estadísticas le dan la razón: el 90% de las sentencias otorgan la custodia a las madres, y esto ocurre aunque la ley del 2005 facilite la custodia compartida. Francisco Albarran, abogado, otro de los habitantes de la ciudad en la que se desarrolla esta historia, insiste: «la nueva ley tendría que haber pedido una custodia compartida y no como ahora, que beneficia a la mujer en función de unos supuestos lazos de unión del hijo «naturalmente» más estrechos con la madre»
No sólo ellos llevan entre los dientes los restos de una historia de amor. Todos, habitantes de esta ciudad universal, viven inmersos en un ritmo extraño en el que el corazón va por detrás de los actos. Dispuesta a descubrir sus secretos, la cámara de «Adiós con el corazón (ya no te quiero)» se convierte en otra ventana más y observa, como es el corazón de los divorciados españoles cuando están en casa y cómo camuflan sus corazones antes de salir a la calle.
Vistos desde dentro, hombres y mujeres parecen atascados en un callejón de dolorosa salida, en la que ambos pierden, aunque en distintos momentos. Para la directora del Programa Dona, de la Universidad Politécnica de Cataluña, Margarita Artal, son las mujeres las que pierden antes de la separación (durante el matrimonio) y mucho tiempo después. Las desigualdades en el terreno laboral hacen que «cuando los hijos son mayores y dejan de recibir la pensión, las mujeres puede que no tengan ni para pagar su piso. Según datos de Cáritas el perfil de la pobreza en España afecta a las mujeres solas de 60-65 años con estudios medios».
Vistos desde fuera, el hecho de que en España un divorcio pueda llegar a convertirse en tragedia, sorprende. Así lo asegura Yougada, el senegales dueño del locutorio telefónico de esta ciudad, y las clientes de la peluquería latina del barrio, para quienes el corazón de los españoles esta hecho de un material extraño. Lo llaman «rígido».
Tan rígido como que España es el país europeo en el que los hijos tardan más en abandonar la casa de los padres, donde los ciudadanos cambian menos de trabajo y de vivienda a lo largo de su vida, y por supuesto, es uno de los países de la Unión Europea en el que más tardan en decir adiós a su pareja: hasta hace poco, desde que sentían que querían el divorcio hasta que se lo decían a su cónyuge tardaban una media de 14 años. Aunque ahora las nuevas generaciones están acortando los plazos y cada vez son más los que esperan tres años antes de plantear el divorcio.
Para Norman Duncan, psicólogo inglés afincado en esta ciudad, la clave se esconde en la infancia: Hubo una generación de españoles que se vieron forzados a vivir despedidas traumáticas que no digirieron y eso dejó una huella en sus hijos. Y por otro lado está el peso de la unidad familiar tradicional que convierte a los hijos en hombres dependientes que cuando llega el divorcio, pueden llegar a sentir que «su única fuente de seguridad emocional desaparece, por eso algunos llegan a ponerse violentos».
Mientras, el día avanza, en un rincón de esta ciudad universal, los especialistas se reúnen para buscar nuevos ritos con los que hombres y mujeres aprendan a decirse adiós.
Trailer Adios con el corazón, ya no te quiero:
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