El documental «Lágrimas de Wayronco», de Jorge Meyer y Xavier Urios, muestra el dolor y sufrimiento generado por los años de violencia interna en el Perú. El wayronco es un abejorro andino que en su vuelo emite un sonido parecido al llanto humano. A partir de esta idea, en 2004, se realizaron más de 65 entrevistas a víctimas de la violencia, miembros de Sendero Luminoso, políticos y miembros de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR).
La idea del documental surgió a raíz del informe que la CVR presentó su informe final en 2003, en el que constató que la violencia interna dejó casi 70.000 víctimas entre muertos y desaparecidos y que sus autores fueron Sendero Luminoso, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), las Fuerzas Armadas y policiales y los paramilitares. El cuarenta por ciento de ellas fueron por terrorismo de estado.
Según sus autores «Los pobres, los analfabetos, aquellos que tanto en Perú como en cualquier otro lugar (…) son los que siempre se llevan los golpes por parte del terrorismo en este caso y también por parte del sistema, el terrorismo de Estado».
Lágrimas de Wayronco tiene una duración de 100 minutos aproximadamente es la historia de un recorrido por diferentes pueblos que fueron diezmados por el conflicto interno: zonas como Chungui, en la famosa comarca denominada «oreja de perro» que fue uno de los pocos lugares «liberados» por Sendero Luminoso durante la década del 80. O también entrevistas a la grupos de ashaninkas que, a su vez, tuvieron que huir durante muchos años dentro de la selva virgen para evitar ser «cazados» por uno de los bandos levantados en armas.
El documental a su vez registra las diferentes entrevistas que hace uno de los más interesantes retablistas ayacuchanos, Edilberto Jiménez, hijo del reconocido Florentino Jiménez, quien ha recogido las historias de terror de esos años en impactantes dibujos. Edilberto es un artesano vanguardista que prefiere poner en sus retablos escenas de la historia del Perú de los últimos años denunciando, a su vez, la cobardía y el exterminio. Además Edilberto acompaña como traductor a Jorge Meyer en su recorrido por el campo ayacuchano y nos pone en contacto con los detalles de las historias de los afectados por la violencia, acercándonos a las sensaciones casi inenarrables que las frías cifras a veces disimulan. Esos detalles de las historias que cuentan los campesinos frente a la cámara, a veces nos conmueven y dejan perplejos, como la de aquella fosa clandestina en la cual encuentran los huesos de un niño de dos años. Jiménez ha recogido todo este terror de sus paisanos en dibujos impactantes, que le sirven al documental para reemplazar las imágenes que nunca veremos: juicios populares, incursiones de los senderistas pero también de las fuerzas armadas, violaciones de mujeres, asesinatos, genocidios.
El documental evita la voz en off de un narrador y permitir que sean los propios protagonistas de la guerra los que hablen, es que las primeras escenas de «recreaciones» de juicios populares, en las que vemos a supuestos senderistas enmascarados, quedan fuera de lugar. Y no aportan a la verosimilitud del mismo.
El impacto del documental también reside en las entrevistas: escuchamos a los afectados, pero también a dirigentes de Sendero Luminoso en las cárceles, tanto de PROSEGUIR como del grupo del Acuerdo de Paz «”y entendemos las grandes diferencias»” así como a Alberto Gálvez Olaechea y a Walter Palacios, quien estuvo mucho tiempo en la cárcel y luego fue liberado como inocente. A su vez, escuchamos a Salomón Lerner, a Javier Diez Canseco, a Pilar Coll, a Sofía Macher y también a Rafael Rey, que en contraste con los anteriores, defiende argumentos indefendibles, como que todo asesinato es repudiable, pero hay algunas más repudiables que otros o como que la amnistía a los militares se dio pensando en el futuro de la patria.