El cineasta francés Costa Gavras ganó ayer la demanda que había interpuesto una asociación de católicos tradicionalistas contra el cartel de su película Amén por considerar que la imagen era difamatoria para los cristianos y cristianas.
El Tribunal de Apelación confirmó la absolución pronunciada en el primer juicio del pasado 13 de mayo, en el que los magistrados consideraron que «no se reunían los elementos constitutivos de la difamación pública hacia un grupo en razón de su religión»
La película retrata el genocidio judío aplicado por los nazis ante la actitud impasiva de la Iglesia, que decidió quedarse al margen del terror que recorría Europa.
El Tribunal de Apelación confirmó la absolución pronunciada en el primer juicio del pasado 13 de mayo, en el que los magistrados consideraron que «no se reunían los elementos constitutivos de la difamación pública hacia un grupo en razón de su religión».
Lo que había suscitado las protestas de la asociación Agrif era el cartel en el que, sobre fondo negro, destacaba una cruz cuyos tres extremos superiores derivaban en una esvástica. La película se centra en el silencio del Vaticano ante el genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
En su sentencia, el tribunal estimó que «la combinación de los dos símbolos -la cruz y la esvástica- puede aludir tanto a una imputación de colaboración entre la fe cristiana y la ideología nazi o de aprobación entre una y otra, como a la simple exposición de la problemática de las relaciones que debieron de tener, de forma inevitable, el nazismo y la fe mayoritaria en los países concernidos por esta ideología».
Amén, basada en la obra de Rolf Hochhuth Le Vicaire, se estrenó en 2002 y reabrió el debate sobre el silencio de la cúpula de la Iglesia católica durante el genocidio perpetrado por la Alemania nazi.
Sinopsis
Dos sistemas: la maquinaria nazi y la diplomacia vaticana y aliada. Dos hombres que luchan desde dentro. De un lado, Kurt Gerstein, químico en la vida real y oficial de las SS que, después de haber facilitado el gas Zyclon B que se usó en los campos de exterminio, denunció incansablemente aquellos crímenes y alertó de todo ellos a los aliados, al Papa, a los alemanes y a sus diferentes iglesias; y lo hizo con grave riesgo de su vida y la de su familia. De otro lado, Riccardo, joven jesuita, personaje de ficción que representa a todos aquellos sacerdotes -conocidos o anónimos- que no se conformaron con el silencio de la jerarquía eclesiástica y tuvieron el valor de enfrentarse a la atrocidad, pagándolo en muchos casos con su vida.