Corría el año 1985 cuando Joe Simpson y Simon Yates se lanzaron al asalto de la cara occidental del Siula Grande en los Andes peruanos. Estaban en plena forma, eran jóvenes y buenos escaladores. La cara occidental, además de remota, era traicionera y nadie la había escalado antes. Al cabo de tres días de ascenso sin sobresaltos, Simpson sufrió una caída corta en la que se rompió varios huesos de la pierna. Conscientes de que no podrían rescatarles, decidieron descender juntos.
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Para conseguirlo, Yates tenía que bajar a Simpson de cien metros en cien metros. Un proceso lento y peligroso para ambos. Sin darse cuenta, Yates hizo pasar a Simpson por encima del borde de una grieta. La pendiente pronunciada se convirtió en pared vertical y ya no tenía donde agarrarse. Convencido de que los dos iban a caer al vacío, Yates decidió cortar la cuerda. Pero Simpson sobrevivió a la caída y consiguió arrastrarse hasta el campamento base.
Ahora, Kevin McDonald, director del oscarizado documental «One Day in September» -recuento de la masacre de los deportistas israelíes durante los Juegos Olímpicos de Munich, un tema que también ha seducido a Steven Spielberg-, vuelve al escenario inhóspito de aquella gesta. Los dos alpinistas confiesan en «off» las penurias que sufrieron en su brutal descenso por los infiernos de hielo de los Andes. Uno, enfrentado a un dolor insoportable; el otro, a los remordimientos y al recuerdo de su amigo.»No disfruté rodando la película y la primera vez que la vi acabé llorando», reconoce Simpson. El montañero saltó a la fama gracias a un libro homónimo en el que narra su experiencia «Tocando el vacío» (Editorial Desnivel). Todavía justifica el comportamiento de Yates: «Hizo más de lo que cualquier otra persona hubiera sido capaz».
Para contar este relato basado en los sentimientos de los dos montañeros, McDonald optó por reconstruir los hechos con tres actores -Brendan McKey, Ollie Ryall y Nicholas Aaron- y explicar lo sucedido a través de las reflexiones de Simpson y Yates. El resultado es una película documental tratada con un realismo extremo, en la que se muestran vertiginosas escenas de escalada.
«Me sangraban los dedos debajo de las uñas, tenía la sensación de que alguien me había frotado la cara con un estropajo, me mordía los labios agrietados y con cada movimiento me faltaba el aire», se queja el director, para quien rodar en el despiadado lugar de los hechos era una obligación con la historia. «Es verdad que dirigir una escena atado a otras cuatro personas no es una experiencia corriente, pero sólo allí uno se da cuenta de que a esas altitudes sólo importa la supervivencia».
«Una vez que la cuerda se rompe, todo pasa en mi cabeza o en la cabeza de Simon Yates. ¿Cómo pones eso en una película?», se preguntaba Simpson antes del rodaje. El resultado es un tratado escalofriante sobre la supervivencia que ha recibido el premio Bafta a la mejor película (el Oscar británico).